La vida que vivimos diariamente rara vez refleja la realidad. Es por eso que Cristo debe cambiarnos a su imagen y semejanza. La imagen con la que el hombre nace en la tierra proviene del primer Adán, donde nuestros sentidos se convierten en nuestro dios, y es lo que llamamos «Yo». Es desde esta imagen que creamos el sistema mundial en el que vivimos a partir de nuestras percepciones y creencias. Jesús nos creó para Su reino con Él siendo la Cabeza. Pero como tenemos libre albedrío, podemos elegir qué creer, qué es real y qué no es real. Podemos vivir nuestras vidas en un mundo de fantasía total que creemos que es real, tratando de tener seguridad con las cosas de este reino físico. En el sistema de este mundo, el factor controlador es el miedo, sin embargo, la verdad es que el miedo no es real, y tu espíritu lo sabe.

La semejanza con la que Dios creó al hombre es su carácter, y esa semejanza tiene su relación con la luz. Jesús vino a darnos vida y vida en abundancia. La luz dentro de ti está determinada por la abundancia de vida en ti. No hay vida ni abundancia sin luz. Si tu imagen y semejanza no reflejan la luz, no importa lo que digas, porque el reino espiritual no es verbal.

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